lunes, 23 de enero de 2017

Una UCI en el salón de casa





Los profesionales sanitarios precisamos de una correcta formación continuada para mantenernos al día. Es preciso leer, atender cursos, y seguir métodos reglados de aprendizaje pero también aprovechar las circunstancias de la vida para aprender. En mi caso me he encontrado de la noche a la mañana con la codirección de una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de ámbito  doméstico. El nacimiento de un bebé transforma la tranquilidad de un hogar estándar en un sofisticado sistema centrado en la supervivencia de un ser humano de tres kilos y pico. Es cierto que nuestra unidad consta con algún facultativo, está razonablemente bien presupuestada y no hay precariedad laboral ni problemas de salud física o mental en su plantilla. El nivel de motivación es alto y, por qué no decirlo, el compromiso por la misión encomendada también. He tenido la fortuna de trabajar en unidades semejantes en varias ocasiones y, si bien cada caso es diferente, siempre he tenido suerte. Pero conozco como ustedes casos menos afortunados en los que quizá la unidad de crisis estaba formada por personas mal avenidas o en solitario, con problemas económicos, personales o sociales.

Lo cierto es que ante catástrofes vitales que nos cambian del todo el encuadre cotidiano cada vez estamos peor preparados. Y no por una cuestión de conocimiento sino de falta de red de apoyos o de recursos personales. Hay horarios laborales, por poner un ejemplo, que no permiten cuidar con un mínimo de calidad. Quizá por eso cada vez se monten menos UCIs en casa y se deleguen al hospital, la guardería o la residencia de ancianos, ámbitos que hoy están completamente saturados. Recuerdo que en la generación anterior mis cuatro abuelos murieron en casa y en casa se atendieron las emergencias familiares de enfermedades graves, niños con discapacidad, enfermedad mental severa, nacimientos y demás. Las cosas han cambiado bastante desde entonces y el verbo cuidar ha pasado en parte de conjugarse en el hogar a hacerlo fuera del mismo convertido en servicio de pago. Así están las cosas. Yo de momento encantado de participar en mi UCI doméstica desde la que escribo este texto a dos manos mientras muevo con el pie el carrito del bebé. Pero no puedo dejar de reflexionar en el precipicio de la delegación social de cuidados en servicios que o bien son públicos y habitualmente están saturados o privados y nos cuestan más de lo que nos podemos permitir. ¿Seremos capaces de asumir más capacidad de cuidado en casa? ¿Habrá que rediseñar nuevas formas de cuidado social? ¿Quién nos cuidará a nosotros cuando lo necesitemos?

1 comentario:

Anónimo dijo...

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