lunes, 26 de junio de 2017

Narrativa, silencio y vacuidad





El drama de todo el que se considera escritor nace el día en que se da cuenta de que lo verdaderamente valioso es el silencio. Habitamos mundos de ruido caracterizados por encarnar la prisa y el barullo en su infinitas posibilidades. Tratar de hilvanar narrativas o versos en dicha coyuntura es meritorio pero aun lo es más construir silencios asentados en un equilibrio razonable. Las cosas, situaciones y seres que nos rodean merecen ser tomados en cuenta con dignidad pero el nivel de atención que les dedicamos pocas veces cumple un mínimo de calidad. Es el drama de nuestra humanidad, somos hermosos seres con la capacidad de contemplar que se pierden en laberintos de despiste y no despliegan sus maravillosas cualidades. Esto nos hace desdichados por cuanto dejamos por un lado de ejercer aquello que más nos humaniza y por otro nos morimos de hambre por no recibir la atención necesaria.

Siempre he amado las primeras horas del día. Ese tiempo mágico en el que la mayoría aun duerme y que se caracteriza por su callada fuerza. La luz se expande invitando a los seres a la acción, ser testigo de ese gesto cotidiano y apuntalarlo con la alegría del que se sabe custodio de otro día de vida me pone de buen humor. Con esa disposición me aseo, medito, escribo o salgo a correr. Y en cada itinerario descubro un gozo inédito, los principiantes empezamos a vivir cada mañana, y de esa forma el aburrimiento se mantiene alejado de nosotros dado que cada intento es nuevo, cada acierto, cada error, todo es volver a empezar. Incluso al escribir sabemos que cada hoja es la primera como aquella novela que repetía incansable una misma jornada de su protagonista. Tal vez por eso el silencio vuelva a surgir como un tesoro. Al ser nuevo y viejo a la vez, lleno y vacío, origen y destino. Todo cabe en él y al mismo tiempo nos demuestra que es pura nada. Por eso me cuesta compartir las letras que dejan testimonio de mi pensamiento. Lo verdaderamente esencial es inefable como saben los místicos o los enamorados. Y el resto de las cosas carece de importancia. Pido pues sus disculpas por haber ocupado un instante su atención, espero al menos haberle podido animar para que disfrute un poco más el tiempo que contienen sus manos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por este texto
Sencillo, hermoso, directo




Un abrazo