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jueves, 20 de octubre de 2016

Lacitos rosas



Cada vez entiendo menos, cada vez me siento más ajeno a los modos y modas, a las campañas de sensibilización o desensibilización, a las tontunas. Hay mucho ruido, demasiado. Mucho dolor y poco acompañar a las personas que lo sufren. Mucho glamour y casi ninguna mano que sostenga el paso vacilante.

¿Qué pensarán verdaderamente las mujeres que han visto amputar sus cuerpos, radiarlos, someterlos a tóxicas quimioterapias? ¿Qué pensarán los familiares de quién padeció o murió por esa enfermedad? ¿Qué pensarán de los lacitos?

Tal vez me tachen de prosaico pero a mi me gustaría que se los metieran en... digamos un bolsillo. Que dejasen de gastarse dinero en carteles o anuncios de televisión y lo dedicaran a investigación, a que mi médico de cabecera pueda atenderme un poco más de tiempo, a que la enfermera  que me pone el gotero no tenga un contrato precario.

Creo que hay mucha hipocresía y mucha tontería. Y poca gente que te mire a los ojos cuando estás verdaderamente enfermo.



Comparto un texto de Guru Tze ante el que me quito el sombrero, contado por una protagonista en primera persona. Es un honor para mí reproducirlo aquí.




martes, 4 de octubre de 2016

Carta de un paciente


 letters
Foto de liz west


En consulta recomiendo encarecidamente a mis pacientes que desahoguen sus problemas contándolos a alguien de confianza. Desgraciadamente no siempre es posible encontrar un interlocutor válido; en ese caso les animo a escribir. Pueden hacerlo para ellos mismos y guardarlo, romper posteriormente las cuartillas o convertirlas en carta o escusa para compartirlo con alguien de ese modo.

En ocasiones soy el depositario de esas letras. Tesoros que cuesta destilar, que valen lo que pesan en oro, que nos recuerdan que la fragilidad de los demás no se aleja mucho de la nuestra. Hoy comparto el texto de un paciente que me permite hacerlo público en esta plataforma guardando el debido anonimato. Como creo que su publicación puede hacerle bien lo comparto abiertamente.

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Estoy muy rayado.


Hay cosas que ni se hablan, ni se enseñan. Y como el mundo está lleno de teorías con intereses personales, uno ya no sabe si acogerse a la que más le convenga, o desconfiar de todo. Y desconfiar de todo y la soledad son dos sensaciones sinónimas.

Pasado el umbral de los 30, sin sobresaltos sentimentales de calado, rectamente uniforme, heterosexual de cabeza, de corazón, de acción y de voluntad. Y de pronto, casi sin venir a cuento, a a cuento de algo que no pillo, en lo más hondo de mí se despierta una mezcla curiosa de morbo, curiosidad, erotismo, dulzura, complicidad y otros elementos así, sencillamente humanos, nada pornográficos, con otros caballeros, hasta el punto de una cierta inquietud fisiológica en momentos de tensión, y mucha inquietud interior por no entender a qué viene este desajuste en el plan de fabricación con el que no tengo armas para enfrentarme.

¿Nos pasa a todos? ¿Siempre? ¿Me he cambiado de acera sin querer? No, porque mi deseo heterosexual sigue tan vigente como siempre. ¿La curiosidad ha matado al gato? ¿La ciberinformación me ha inclinado la balanza? ¿La saturación social erotizante me ha puesto los vellos como escarpias? 

Imposible hablar de algo así con la esposa. Imposible hablar de esto con amigos que lo trivializan todo, porque son de la cofradía de lo importante es vivir la vida, no te compliques la existencia, aprovecha el momento, una canita al aire.

Conozco a más de un señor casado que está en la red, sufriente, por dar más pasos de la cuenta. Aunque igual eso es lo que toca cuando el cuerpo enciende el ámbar.
No lo sé.

Sólo sé que tengo amigos, pero a muy pocos puedo contarles esta intimidad, que no quiere convertirse en carne de cachondeo.

Me gustaría comentarlo con un médico. Pero no todos los médicos dan tanta confianza. Tampoco me veo en el diván, hablando con alguien que no me conoce. Quizás por deformación veo a los sexólogos como los de Los 40 Principales. Dale fuerte a la mandorla. Be happy. No. Yo así, a rienda suelta, no me veo.

Sé que estas cuestiones son muy personales, y que cada historia tiene su matiz propio. Yo estoy intentando recomponer la historia para aclararme. Igual otros huirían hacia adelante, sin darle importancia, porque todo lo "bi" suma, y todo lo complicado, resta.

Por mi forma de ser necesito ser coherente. No tengo ninguna intención de volver a la adolescencia al borde de mis 40 primaveras. Pero escuchar su experiencia igual me ofrece luces. 

Gracias por la paciencia. Y encantado. 










lunes, 4 de abril de 2011

Lo peor del cancer de mama es: el miedo


"por cada 2000 mujeres invitadas a hacerse mamografías anuales durante 10 años  se evitará una muerte por cáncer de mama, pero diez mujeres sanas serán sobre diagnosticadas, lo que resultará en seis tumorectomías y cuatro mastectomías innecesarias, además de que 200 de las 2000  sufrirán daños psicológicos significativos, secundarios a las pruebas de confirmación por anomalías  detectadas en la mamografía" (Revisión Cochran)

Sergio Minué escribe un impecable post en su blog El Gerente demediado sobre el efecto Betty Ford en el cancer de mama. Está dirigido a médicos pero recomiendo su lectura a pacientes.


En esta línea, una de mis pacientes, en tratamiento quimioterápico, me hacía hoy unas interesantísimas reflexiones sobre el cancer de mama, que reproduzco aquí con su permiso.

"Esto es más psicológico que físico"
"Por la angustia, el miedo, el stress que se pasa".
"Esto no duele. Te operan y en un mes ya estaba trabajando, el dolor no es problema".
"Lo emocional es muy malo". 
"Si alguien me dice que tiene algo en el pecho, yo le recomiendo que se lo quiten, que no esperen".


De sus palabras comprendo que los factores psicológicos son IMPORTANTÍSIMOS, y no siempre son bien atendidos. Y  su consejo a ser intervencionista, puedo entenderlo perféctamente, pero sabiendo que desgraciadamente ser intervencionista hace más daño que no serlo. Como dice la evidencia científica, el ser más intervencionista no evita muertes.

En cualquier caso es importante reconocer que las cosas se ven de forma distinta de un lado al otro de la mesa. Y hay que tratar de ponerse al otro lado de la mesa.


¿Qué pesa más el miedo/dolor de una paciente o los de una población entera?
¿Cómo tomar las mejores decisiones con el paciente?


Complejas preguntas que no puedo responder aquí. Tan solo ofrecer mi voluntad de acompañar a mis pacientes lo mejor posible y hablar y explicar las mejores opciones que existan en cada situación.



foto de  mimitalks, married w/children