jueves, 1 de septiembre de 2011

Bibliotecas



Amo las bibliotecas. Ahora mismo escribo mientras navego en una con vistas al bosque y la montaña. En ellas es posible mantener conversaciones con interesantes contertulios. Es cierto que son conversaciones singulares, por tanto nuestros interlocutores nos dejan su respuesta en un formato antiguo confeccionado con papel y con sueños.

En la biblioteca donde estoy se pueden coger prestados todos los libros que se desee y se dispone del tiempo que cada uno precise para leerlos y devolverlos. Las reglas son sencillas, las limitaciones mínimas.

Cada biblioteca navega con su biblioteraci@ al puente. Como custodio de tanta información y riqueza, tiene la responsabilidad de ayudar a todos los que acuden a encontrar las piezas que buscan, los contertulios que les aporten más, los libros adecuados. Pepín, es un maestro bibliotecario. Su barco pequeño y ágil navega los montes de Asturias con pericia. Recalar en un oasis como este, dentro de un paraiso natural es un pequeño milagro que agradezco.


Tener una biblioteca de cabecera con su correspondiente bibliotecari@ es esencial en un tiempo de aluvión de información. Cualquier ciudadano/a o profesional lo tendrán más fácil si se proveen de las lecturas adecuadas.  Los materiales con los que construimos nuestras vidas y sueños determinan el final del cuento, como les pasó a aquellos tres simpáticos cerditos que todo el mundo conoce.

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