viernes, 6 de septiembre de 2013

Relatos de verano: El sanador

El dr. Fernado Casado con don Dionisio, foto de Clara Benedicto AP12causas


Miraba a los pacientes con atención plena. Tras escuchar su motivo de consulta y sus problemas escuchaba sus silencios, mucho más elocuentes. En ellos encontraba siempre la pista del diagnóstico.
La mayor dificultada estribaba en ir más allá, en acceder a la última causa y hacerla visible. Muchas veces el paciente no tenía el mayor interés en verla, no quería ir tan lejos. Tan solo buscaba solución a su problema físico... "no deseo nada más, muchas gracias".

El sanador callaba, contemplaba el vacío, y en él veía las necesidades no satisfechas, el deseo, el miedo, el horror... veía como en un espejo lo que todos los seres humanos tenemos más allá del silencio, el hato de paradojas que constituye nuestra levedad. Ahí somos todos terriblemente parecidos, lo que nos diferencia son los diferentes grados de afrontación de lo que hay, de lo que somos.

El sanador solía prescribir medicamentos, que a fin de cuentas era lo que en su cultura se suponía tenía que hacer. Pero hacía algo más. Decía alguna palabra, señalaba algún detalle  o tan solo evocaba alguna imagen en su mente. Sabía que lo más valioso que podía aportar al enfermo era su capacidad de ver más allá del velo que separa lo superficial de lo importante y hacer luz en lugares que no la habían recibido en mucho tiempo.

Nadie supo jamás lo que el sanador hacía, no hizo ninguna falta. Hay cosas que es mejor estén como están.

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