sábado, 8 de febrero de 2014

El hambre como problema de salud pública




 Exposición del artista Ausín Sanz, censurada recientente en Salamanca



Algunos de mis pacientes pasan hambre. Jamás me lo han comentado, jamás lo han reconocido. Yo lo sé, les conozco bien, conozco sus familias, su barrio, sus problemas. Conozco que muchos no pueden encender la calefacción ni pagar sus medicinas. Conozco su desesperación y angustia, la vergüenza de tener que pedir ayuda a sus padres jubilados o afamiliares y amigos. No hay que irse muy lejos, el hambre es una vieja conocida en la historia de este país, nuestros padres y abuelos la sufrieron en los años de guerra y postguerra, una gran columna invisible de personas la han venido padeciendo desde siempre.

De esta realidad saco dos consecuencias inmediatas. La primera tiene que ver conmigo: rescartar la importancia de hacer las cosas bien, tratar de desempeñar la propia tarea lo mejor posible, tener una conducta ética (básicamente no robar) y compartir en la medida de lo posible. La segunda tiene que ver con la responsabilidad, la que se supone tienen todos los cargos públicos en el desempeño de sus funciones. A todos nos exigirán según nuestro grado de responsabilidad. Al médico que prescriba fármacos caros que no aporten beneficio al paciente, al gestor que no mueve ficha para afianzarse en su puesto, al político de turno que se venda al mejor postor, al juez que asuma intereses distintos de los que le competen, a la infanta que permite que su cuenta corriente crezca impunemente...

El resultado de la conducta innoble es la injusticia, el hambre y el conflicto. Los antiguos sabios de la india llamaron a esto karma que viene a significar que quien escupe hacia el cielo recibe lo que merece. Si no queremos que la sociedad salga ardiendo más nos vale a todos trabajar por la justicia.


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