lunes, 7 de septiembre de 2015

¿Solidaridad descafeinada ó reflexión inteligente?


Ofelia. John Everett Millais



Las golondrinas
¿son africanas ó europeas?
¿y las personas?


 Haiku del autor.




Las imágenes del drama de los refugiados sirios ó de los inmigrantes africanos que tratan desesperadamente de llegar a Europa han sacudido nuestras conciencias estos días. Suele pasar de forma cíclica, un acontecimiento se viraliza en los medios de comunicación y redes sociales alcanzándonos para luego desaparecer de nuestras vidas sin dejar rastro. Es verdad que nuestras emociones se desbocan y nos causa malestar. La foto del niño ahogado en la playa es impactante, como lo han sido muchas otras. Me viene a la memoria aquella otra del buitre acechando a un niño africano a punto de desfallecer... Lo que me produce una honda tristeza es que estas situaciones que aparentemente podrían ser una oportunidad para tomar conciencia y realizar cambios que ayuden a solucionar situaciones de injusticia queden en agua de borrajas. ¿Han oído hablar estos días de propuestas de fondo a medio y largo plazo? ¿de soluciones multiaxiales que ofrezcan alternativas a las personas que llegan a Europa huyendo del horror? yo tampoco. Mucho ruido, mucha solidaridad superficial en redes sociales pero propuestas, lo que son propuestas ni una. Los políticos de los distintos países están entretenidos peleándose por el cupo de refugiados que le toca a cada país pero nadie parece darse cuenta de que afrontamos un problema logarítmico entre una Europa cuya población decrece y un entorno cuya demografía aumenta rápido en un medio ambiente hostil. ¿Alguien ha pensado si es posible repoblar los numerosos lugares rurales deshabitados ó en los que viven ya solo gente mayor? ¿En potenciar medios de vida en dichas zonas que primen la sostenibilidad y el uso de recursos como biomasa, bosques comunitarios junto a  ganadería y agricultura de subsistencia?

Si consideramos que con la macropolítica y macroeconomía no llegamos muy lejos otra alternativa es reflexionar sobre lo que podemos hacer ante estos retos de forma personal con nuestra microeconomía y nuestra relaciones comunitarias. ¿Estamos del todo de acuerdo con nuestro modo de vida no sostenible?, ¿nos es posible hacer algún cambio para decrecer nuestro nivel de vida en relación al consumo y crecer en el eje de nuestras relaciones ó en nuestra solidaridad? ¿nos sería posible participar en un banco de tiempo, despensa solidaria, ONG u organización benéfica local? ¿somos capaces de compartir nuestras ideas y reflexiones sobre este tema para favorecer las de los que nos rodean? ¿sabemos cómo se llama y de qué país viene el inmigrante que pide en la puerta del super?

No tengo más que preguntas, pero gracias a ellas me puedo acercar un poco más a mis respuestas y de paso a las de los demás. Hay mucho dolor ahí fuera, como también aquí cerca. Estos días tengo especialmente presentes a los ancianos de la residencia que atiendo. Si les parece que el Egeo ó el Adriático quedan lejos recuerden que la soledad y el horror se pueden encontrar siempre sin salir del barrio. La posibilidad de caminar con otros para echar una mano es una opción al alcance de todos. 

1 comentario:

Marcos Margarit dijo...

Totalmente de acuerdo con la reflexión. Yo mismo llevaba pensando eso mismo desde hacía semanas.
Añadiría que además Merkel se ha adelantado: ha visto el filón que supone acoger a ciudadanos de un país que hasta no hace mucho era un país culto, con una tasa de médicos, ingenieros y licenciados muy alta, con universidades reconocidas en la zona, y siempre emprendedores. Sin duda va a ser una población que en Alemania va a aportar mucho. Incluso, pensando mal, sospecho que Alemania se quedará con los mejores perfiles y repartirá el resto... ;-)

En cuanto a nuestra propia situación, falta introspección para un verdadero diagnóstico de nuestra condición. Y como dicen: "quien no sabe por dónde ha venido, no sabe por dónde regresar"