viernes, 1 de abril de 2016

Aterriza como puedas








En ocasiones un sistema pierde el control y produce una catástrofe. Podemos citar a Joan Massagué y su evidencia científica que refuerza la teoría de la metastatización precoz de los tumores. En pocas palabras: las células tumorales se diseminan por el cuerpo en estadios tempranos. Dado que son células indiferenciadas su membrana esconde proteinas potencialmente detectables por el sistema de defensa. Únicamente cuando estas células adquieren la capacidad de división rápida la metástasis como tal se desarrolla clínicamente. Es un ejemplo de catástrofe, el sistema pierde el control.

En el sistema sanitario está pasando algo parecido. La sociedad está cambiando muy rápido y las grandes instituciones no tienen la capacidad de hacerlo a ese ritmo. En consecuencia su nivel de respuesta va perdiendo capacidad hasta llegar a un punto de catástrofe. Hoy lo normal es que un niño de 14 años tenga un historial médico considerable, haya tomado varios ciclos de antibióticos y su peso sea más elevado que el de sus padres a su edad. Lo normal es que una persona de más de 60 años tome más de cinco medicamentos, pase la mayoría del día inmovil y tenga algún que otro dolor. Lo normal es que por un catarro, una diarrea o cualquier síntoma los ciudadanos contacten con el sistema sanitario.

Si el sistema sanitario fuera un avión lo tendríamos llenos de pasajeros con cinturones de explosivos. Los pacientes crónicos, los hiperfrecuentadores, los profesionales sobrediagnosticadores e hipertratadores, los médicos quemados, los gestores proburócratas e inadaptativos, los políticos con visión meramente electoralista... Y lo sorprendente es que no pasa nada, como muchos nos hacemos un selfie con ellos y lo ponemos en un congreso, un panel, una página institucional...

 Se me ocurren tres pinceladas para poner algo de orden en este particular vuelo:


1. Los ciudadanos merecen recuperar autonomía. Es fundamental un empoderamiento sanitario, tanto de los sanos como de los enfermos. Aumentar la capacidad para mantener la salud y también para recuperarse de una enfermedad o por lo menos convivir mejor con ella.

2. Los profesionales precisan rescatar su profesionalidad. Esto es, ser fieles a su deber de cuidado y asistencia. Dejar de hacer aquello que no aporte valor, centrarse en lo que sí lo aporta. Decir NO a todo lo que vaya contra los principios de no maleficencia, justicia, autonomía y beneficiencia. Ser capaz de discercir lo principal cuando estos principios choquen entre si. Trabajar para que el ciudadano mejore su autonomía frente al sistema sanitario y no dependa tando de éste. Proponer cursos de acción diagnósticos y terapéuticos prudentes y consensuados con el paciente una vez que haya sido correctamente informado.

3. Los gestores sanitarios y políticos necesitan abrir más su visión. Compaginar el corto con el medio y largo plazo. Salir del despacho y atreverse a hablar con asistenciales y pacientes fundamentalmente escuchándolos. Visitar las unidades de servicio y tratar de entenderlas mejor. Favorecer la reflexión social sobre el uso del sistema sanitario y la autoresponsabilización de la propia salud y enfermedad teniendo en cuanta los determinantes sociales y modos de vida.




Lo de hacerse sefies está bien. Casi todos lo hacemos. Pero no basta para arreglar las cosas. Los explosivos del cinturón son reales, el que no hayan explotado todavía no es garantía de que lo terminen haciendo.




1 comentario:

Iratxe dijo...

De lo poco que sé del día a día del mundo Sanitario, creo que tiene mucha razón.

Un saludo