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martes, 10 de octubre de 2017

"Yo sé lo que es real"






Blade Runner 2049, la nueva película de Denis Villeneuve, tiene lugar en un mundo distópico en el que cada personaje está completamente solo. La tecnología propone sucedáneos de compañía pero la cotidianidad de una sociedad basada en enormes desigualdades no permite tender puentes. Lo peor tal vez sea reconocer que siempre ha habido grados de esclavitud. Quizá la mayor es la de aquellos que obedecen tras perder el sentido de la vida. Por eso son tan necesarios los recuerdos, todos necesitamos una infancia, algo donde agarrarnos cuando perdemos pie. Si incluso los recuerdos fueran manipulables y espúreos, ¿qué nos quedaría?

De todo el argumento me quedo con la frase que da título a esta reflexión que un viejo Harrison Ford esgrime en su defensa cuando el malvado trata de confundirlo al final de una historia llena de espejos, laberintos, callejones sin salida, mentiras y ocultaciones.

Muchos de mis pacientes están solos. Quizá no tanto como los humanos y replicantes de esta historia pero solos al fin. Y los sucedáneos de compañía disponible tienen a día de hoy costes altos para los que elijan sustancias adictivas, juego u otras salidas venenosas. Por eso me parece oportuno reflexionar sobre la capacidad de milagro que tiene el ser humano. Nos olvidamos de que hay circunstancias en las que la Vida con mayúsculas nos atraviesa. Aquellos momentos en los que somos capaces de dar lo mejor de nosotros mismos, de crear un encuentro pleno o una obra de arte, de dar vida.

Dice el dicho que segundas partes nunca fueron buenas pero estamos acostumbrados a que nos las saquen por tríos o medias docenas. En este caso el papelón era difícil al ser Blade Runner una obra maestra tanto a nivel cinematográfico como musical. En mi caso confesaré que estoy algo cansado de futuros cetrinos, polvorientos y oscuros. Puestos a imaginar me gustaría poner algo más de color, pasión y palpitación a la propuesta. Debo de ser antiguo y estos gustos haber pasado de moda, o tal vez interese que el personal se vaya haciendo a la idea de que es mejor conformarse con lo que hay dado que es mucho mejor de lo que vendrá.

















viernes, 23 de diciembre de 2016

La llegada, mucho más que una película de ficción











Comenzaré diciendo que he visto la película "La llegada" (Arrival, 2016) pero necesitaré verla más veces. Es cine inteligente, ese tipo de género que requiere de segundas lecturas. El mérito habremos de atribuirlo a un buen texto de origen, un estupendo guión adaptado y una excelente dirección e interpretación. Cine que vale lo que cuesta la entrada, cosa que no se puede decir todas las veces.

No destriparé el argumento, diremos que las tesis de comunicación que se barajan son sumamente provocativas. Tenemos el lenguaje tan cerca de nosotros que no lo vemos, al igual que les pasa a los peces con el agua que los contiene. Y es el verbo el que finalmente nos permite pensar, configurando la estructura cognitiva gracias a la cual el pensamiento se desdobla y se relaciona con el mundo. No piensa igual una persona con lenguaje que otra que no lo tenga. No piensa igual una persona que disponga de un manejo de muchos miles de palabras y conceptos que otra que tenga unos pocos cientos. Por otro lado nuestro lenguaje nos dispone en una relación lineal con el tiempo. Disponemos de pasado, presente y futuro en nuestras formas verbales por lo que el discurso se maneja en una línea desde lo que pasó a lo que pasará. ¿Es posible un lenguaje que se relacione con el tiempo de otra forma? ¿Y un pensamiento? Las respuestas a estas preguntas se encontrarán a lo largo de la trama que la película nos ofrece, de la mano de sus protagonistas que comparten con nosotros su perplejidad y sus dudas, su dificultad que es, al fin y al cabo, similar a la nuestra.

Uso comunicación avanzada a diario en mi profesión. Como médico necesito saber lo que le pasa a la persona que acude a consultarme. La dificultad está en que todo el cerebro habla a la vez y no siempre somos capaces de articular los mensajes correctos o de procesarlos debidamente. Al emitir un mensaje habla nuestro cerebro reptiliano, el mamífero y el cortex del homo sapiens. Hablan las estructuras de memoria, las de asociación, las emociones, la esfera cognitiva... Y todo ese coro de voces se articula en forma de palabras arropadas por capas de lenguaje no verbal (timbre, tono, postura, gesto...). Lo cognitivo suele ocupar las primeras y las emociones, sensaciones y demás contendidos las segundas. Pero a veces se mezcla o incluso es al revés.

Si a esta situación le añadimos la arquitectura cognitiva de la que como especie disponemos, las estructuras del lenguaje y las matemáticas que manejamos tendremos como resultante la comunicación que escenificamos a diario. ¿Se imaginan que pasaría si programáramos de otra manera el lenguaje y las matemáticas? ¿si tuviéramos acceso a otros lenguajes o matemáticas más avanzados que se relacionaran de una forma completamente distinta con el tiempo y el espacio?

Tienen ustedes razón, estamos hablando de filosofía. De alguna manera no es ciencia ficción es filología ficción y filosofía derivada. Por eso tendré que ver de nuevo la cinta y terminar de leer el libro de  Ted Chiang de la que procede. Hay otros mundos, hay otras formas de comunicar ¿estarán en este?



Otra crítica interesante de la cinta (con espolilers)




miércoles, 13 de abril de 2016

Truman, una película sobre amistad y vida que hay que ver





Admiro el talento dramático tanto de Ricardo Darín como de Javier Cámara por lo que iba favorablemente predispuesto a esta película. La pude disfrutar y considero de valor para amigos, colegas y pacientes recomendarla y compartir algunas reflexiones.

Cuando uno se enfrenta al final de la vida lo hace con el final de su vida. Este leve matiz es lo que nos regala este proyecto cinematográfico. En muchos casos delegamos en otros las imprescindibles decisiones que hay que tomar en esta fase. Permitimos que sean los profesionales sanitarios los que digan hasta dónde han de continuar los tratamientos y en qué intensidad. Permitimos que los demás controlen la información sobre nuestro proceso en lugar de ser nosotros los que decidimos cuando y que compartir. Permitimos que los demás se alejen o nos traten con condescendencia.

Y lo más importante quizá sea no permitirnos arreglar nuestras cosas, pedir disculpas si hemos hecho algún daño, reparar deudas y cuestiones pendientes, expresar afecto a aquellos que queremos y dejar arreglado el cuidado de las personas o animales a nuestro cargo.

En esta película no encontrarán aventuras ni efectos trepidantes pero a pesar de ello es una obra sumamente práctica. Nos recuerda el valor de la amistad y de la autonomía, de la comunicación de calidad y del discernimiento de lo que es más importante para nosotros. En una palabra, nos recuerda el valor de la ética, esa disciplina que estudiamos de pequeños y que hoy parece totalmente pasada de moda.

La ética tiene que ver con cómo queremos que sean nuestros últimos días, con qué tipo de cuidados recibir, con cómo organizar las despedidas. 

En el final de la vida y en la primera fila de combate nos enfrentamos con la muerte. También lo haremos con nuestras creencias sobre dios y la transcendencia. La ficción nos permite imaginar escenarios seguros en los que proyectar nuestros puntos de vista. Si se animan a ver esta película creo les resultará fácil acercarse un poco a ese horizonte vital que tanto miedo suele darnos. Y en esos pocos pasos que puedan dar estarán avanzando hacia una vida y un final de la misma algo más propia, más personal. Es una paradoja que pudiendo humanizar y personalizar nuestros últimos días muchos obvien la posibilidad y deleguen en otros ese tiempo.









miércoles, 14 de octubre de 2015

La entronización de la medicina y la ciencia como nueva religión imperial






Estamos de acuerdo en que la ciencia mola. Sin ella seguiríamos viviendo tranquilamente en cuevas y la vida no sería tal y como la conocemos. No voy a desmontarles el mito, me considero un científico y aplico tanto el conocimiento como el método a todo lo que hago. El problema surge cuando elevamos dicho paradigma al paroxismo. Como dijo Arthur C. Clarke, "Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia"  y de esta forma volvemos sin querer a cerrar el bucle llegando a la casilla de salida del juego de la oca que es la vida. Estamos rodeados de tecnologías muy avanzadas que concentran en el diminuto tamaño de nuestro móvil más capacidad de computación que la requirió llevar al hombre a la luna. Precisamente de astronautas quería hablarles. Ridley Scott presentará en unos días su última película, The Martian basada en el libro de Andy Weir que les recomiendo si les gusta la buena ciencia ficción. En esta obra la ciencia es exaltada y los científicos son elevados a la categoría de sumos sacerdotes. En mi opinión nos hemos pasado de frenada. Por la parte prosaica también lo veo todos los días desde la privilegiada atalaya de mi consulta. La gente viene pidiendo la pastilla que le solucione sus problemas. No quiere que le digas que ha de cambiar cosas en su vida para mejorar, tienen fe en la ciencia y esperan que las pruebas científicas averigüen las causas de sus males, que en ocasiones no está dentro de sus cuerpos, y se les provean tratamientos pese a que no esté claro que les sirvan para su motivo de consulta. La ciencia y la medicina se convierten así en una cuestión de fe.
El imperio del todopoderoso mercado mira con satisfacción estas evoluciones que dejan pingues beneficios en sus arcas. Ya no es necesario hacer sacrificios a los dioses en el altar ó largas penitencias, basta pasar por caja. Por eso espero por un lado que disfruten de la novela y la película y que reflexionen por otro hasta que punto hemos perdido un poco el norte.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Cloud atlas, ¿para qué sirve un atlas de nubes?




Siempre he tenido predilección por las nubes. Siempre se me antojaron unas criaturas evanescentes y bellísimas. Me suscitaban preguntas, me inspiraban poesías, ofrecían una opción al juego. He volado muchas veces sobre ellas y otras muchas bajo ellas. En una ocasión volé entre ellas, pudiéndolas tocar.

Los hermanos Wachowsky nos preparan una interesante propuesta para este otoño basada en la novela de David Mitchel que por cierto está ya en mi mesita de noche.

Es interesante pensar que nuestra salud o falta de ella dependan de pequeños gestos, aparentemente sin importancia. Fumar un cigarrillo o no fumarlo, salir a pasear una tarde o no salir, ir a una hamburguesería o a un restaurante vegetariano...

Me gusta lo pequeño, me gustan las nubes. Como médico suelo contemplar las nubes de lo cotidiano con mis pacientes, entre ambos elegimos las mejores. Siempre terminan marchándose con la brisa, desapareciendo. Pero es bello mirarlas tratando de elegir las que mejor se adapten a nuestro momento.







Foto: 'Sky symphony'
http://www.flickr.com/photos/12836528@N00/5192063662

miércoles, 15 de junio de 2011

Catarsis



He podido ver en el cine la película Incendis, un drama con tintes de tragedia clásica. Bien rodada con una imagen cuidada, actores de calidad y excelente dirección. Un metraje largo de buen cine; duro. No apto para todos los públicos ni para paladares sensibles.

La sala estaba vacía, el cine también vive su crisis.

Lo que me gustaría recalcar es la función catártica de un expectáculo. Experimentar compasión y miedo para liberarse de aquellas pasiones de las que necesitemos redención.

La sociedad necesita catarsis y los ciudadanos también. Acumulamos tensión que sofocamos con diversos métodos, que tienden a abusar del ruido, la inconsciencia, la huida... Me gustaría citar a Paco Traver que opina que "la catarsis es el corticoide de la conciencia, alivia pero no cura..."

La cultura y el Arte nos pueden ayudar. Si contáramos con clínicos creativos recomendaríamos más música, danza, poesía o teatro a nuestros pacientes. Y no solo como espectadores, también es posible encontrar catarsis en la creación... y todos podemos crear.